Publicado el 14 marzo 2013 | por Un pedazo de pan
La sal de la vida
Sal de la vida es la amistad
Juan Luis Vives (1493 – 1540)
Humanista, filósofo y pedagogo español
- BUEHLER, Emily, Bread Science. The chemistry and craft of making bread, two blue books, 2006, 254 páginas.
- McGEE, Harold, La Cocina y los Alimentos. Enciclopedia de la Ciencia y la Cultura de la Comida (1ª ed. 2007, 4ª ed. 2010).
- The King Arthur Flour Baker’s Companion. The All-Purpose Baking Cookbook, 2003, 620 páginas.
- WHITLEY, Andrew, Bread matters. The state of modern bread and a definitive guide to baking your own, 2006, 371 páginas.
Las características interesantes de la sal son muchas y diversas y todas ellas dan sentido a su uso en nuestras masas.
- La sal es un saborizante (Buehler, pág. 22; Baker’s Companion, pág. 579, Whitley, p. 8 y p. 95).
- Es un conservante natural gracias a que al absorber agua de su entorno (propiedad higroscópica), impide la proliferación de bacterias (Buehler p. 22, Whitley, p. 8 y p. 95).
- La sal permite que el pan se mantenga húmedo más tiempo, por su carácter higroscópico. Esto es, el agua absorbida y retenida por la sal mantiene la humedad en la masa más tiempo que en un pan sin sal (Whitley, pág. 95).
- El exceso o la falta de sal puede afectar al color de la corteza: un exceso de sal produce un efecto de enrojecimiento de la corteza (en inglés le llaman “foxy bread”); la falta de sal produce cortezas excesivamente pálidas.
Desde la perspectiva física, cuando hacemos pan desarrollamos una malla de gluten mediante el amasado. Esta malla actúa como una membrana elástica capaz de retener el gas de la fermentación. Cuanto mejor desarrollada esté la membrana y más resistente sea, nuestro pan crecerá más y estará mejor gasificado, porque retendrá una mayor cantidad de gas y tolerará mejor la expansión del gas en el horno (los gases al calentarse se dilatan). No todas las harinas permiten obtener el mismo tipo de membrana (en cuanto a resistencia y elasticidad), pero también influye el grado de hidratación de la masa, la duración de la fermentación (las levaduras y bacterias al descomponer los almidones en la fermentación van “degradando” la membrana)…. Y sorprendentemente, la sal también afecta a la calidad de la membrana como vamos a ver.
La incorporación de la sal a la masa de pan produce un efecto inmediato desde la perspectiva biológica.
- La sal deshidrata a las propias levaduras y bacterias (Buehler, pág. 22, Whitley pág. 95), Como explica Buehler muy claramente (Buehler, p. 93) el agua entra y sale de las levaduras y bacterias por ósmosis (permeabilidad de la membrana o pared celular). Cuando el agua en el exterior de la célula es salada, penetra más lentamente hacia el interior de la célula. En cambio, el agua del interior de la célula no se ve afectada y sale a través de la membrana. Ello genera la deshidratación de las células de levaduras y de bacterias. A este efecto se le llama crenación. Además, la sal afecta a la alimentación de la bacteria, que tiene menos agua y azúcares disponibles por lo que las levaduras y bacterias funcionan más lentamente lo que se traduce en una fermentación más lenta.
- La sal afecta también al trabajo de las enzimas. Las enzimas necesitan que haya agua disponible pues trabajan por ósmosis también. La sal absorbe agua y por tanto hay menos agua disponible para que las enzimas descompongan los azúcares complejos de la harina, poniendo al alcance de levaduras y bacterias el alimento con el que fermentarán nuestra masa. Por ello, las enzimas trabajan más despacio. Por eso, la fermentación se inicia más despacio cuando añadimos la sal desde el principio.
La consecuencia es que una masa con sal fermenta más despacio. Por ello, si queremos conseguir un buen arranque de fermentación, es mejor incorporar la sal al final del amasado, dándole así “ventaja” a enzimas, levaduras y bacterias para comenzar su tarea de reproducción y fermentación.
En cambio, si queremos retrasar la fermentación podemos incorporar la sal desde el principio (aunque hay métodos más eficaces como usar agua fría o fermentar a baja temperatura). La adición de la sal también tiene consecuencias en el plano físico como vamos a ver y por ello ralentizar la fermentación añadiendo la sal desde el principio no es siempre la medida adecuada.
La sal también actúa sobre la estructura física de la masa. Es fácil comprobar al añadir la sal a una masa ya amasada que la sal estabiliza la red de gluten, haciendo el gluten más fuerte (Buehler, pág. 22, Whitley, pág 8, Mc Gee, pág. 566).
La conclusión más evidente es que si añadimos la sal desde el principio a la masa, esta se endurece (se vuelve más rígida) y es más difícil desarrollar el gluten (Baker’s Companion, p. 579).
Las sales menos refinadas que contienen una mayor cantidad de minerales e impurezas (calcio y magnesio sobre todo), “pueden producir el mismo endurecimiento adicional del gluten que el agua dura, rica en minerales” (Mc Gee, p. 566). Por tanto, estas sales son más adecuadas en masas hidratadas que en masas secas como regla general (aunque todo depende del efecto que busquemos).
Por otro lado, las sales finas se disuelven más rápida y fácilmente que las sales en grano grueso. Si usamos habitualmente sal gruesa podemos molerla con un robot de cocina y guardarla en un tarro hermético para cuando hacemos pan. El riego de utilizar una sal gruesa es que si no lo disolvemos previamente en agua, pueda crear un punto de masa seca y dura a su alrededor, que entorpezca el desarrollo del gluten y que genere un “tropezón” en nuestra masa.
Por ello, cuando se utiliza sal gorda es recomendable: a) machacarla o molerla ligeramente; b) disolverla en el agua que vayamos a usar (lo que condiciona el momento en el que la añadimos a la masa); c) reservar una pequeña parte del agua de la receta para añadirla con la sal, de forma que haya agua disponible para disolver la sal fácilmente en la masa (especialmente cuando, como luego indicamos, añadamos la sal a la masa ya amasada y no al principio de la receta).
¿Cuándo y cómo añadimos la sal en nuestra receta?
En algunos casos, sin embargo, sigue siendo recomendable añadir la sal al principio, en el mezclado inicial de los ingredientes. En particular, en las masas muy duras es más práctico añadir la sal al comienzo, incluso disolverla en el agua de la receta, pues luego será muy difícil distribuirla homogéneamente y que absorba agua suficiente. En un masa dura es más difícil incorporar cualquier tipo de ingrediente una vez trabajada la masa.
Salvo en casos particulares como las masas duras, retrasar la adición de la sal es también beneficioso porque nos permite introducir la autolisis de la harina y el agua (y la masa madre en su caso). Pero de la autolisis aún tenemos que hablar en esta serie de entradas. Baste ahora decir que es un tratamiento previo de la harina, que consiste en mezclar bien la harina y el agua y darle un tiempo de reposo (de 15 minutos a una hora, aproximadamente). De esa manera conseguimos hidratarla. La autolisis actúa también a nivel biológico y físico.
En ese tiempo de reposo, de un lado, las enzimas empiezan a descomponer los azúcares complejos de la harina (de manera que cuando incorporemos las levaduras tendrán un montón de “comida” disponible y la fermentación será más ágil y rápida. De otro lado, el gluten comienza a alinearse por el sólo hecho de mojar la harina, lo cual se traduce en un “auto-amasado” de la harina: cuando termine la autolisis nos ahorraremos esfuerzo y tiempo de amasado para crear nuestra estructura elástica.
Tras la autolisis comenzamos el amasado propiamente dicho, sin la sal. Cuando el gluten está bastante desarrollado, añadimos la sal.
¿Cómo lo hacemos para que la sal se disuelva y se integre fácil y homogéneamente en la masa?
Espolvoreamos la sal por encima de la masa.
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Con una rasqueta, incrustamos la sal en la masa, haciendo hendidos. De esa manera logramos que la sal se adhiera a la masa, y se distribuye mejor por toda ella.
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Y ahora realizamos unos plegados en la masa, envolviendo la sal. Dejamos reposar un par de minutos.
Terminado el reposo, comenzamos a amasar suavemente -sin utilizar el amasado francés- para que no se salga la sal. Con ese amasado se va incorporando a la masa, que se habrá puesto notablemente más rígida y tensa.
En cuanto no notemos la sal, podemos volver al amasado francés un par de minutos, para darle elasticidad a la masa. La formamos en bola y ya la tenemos lista para la primera fermentación.
¿Qué ha ocurrido durante el reposo de la masa?
En ese tiempo, la sal empieza a absorber agua de la masa y a disolverse. Y como una imagen vale más que mil palabras, esto es una masa con sal por encima, que dejé reposar un par de minutos sin hacer los plegados.
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Y otros dos minutos después… sin palabras.
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¡Cuánta sapiencia y qué bien la transmites!
Es todo un lujo poder leerte, mil gracias por compartir tanto, siempre nos dejas anonadados.
Y no sólo eso, además eres de una generosidad deslumbrante.
Gracias…. Sin palabras
Muchas gracias. verdaderamente Bea con su saber lo describe de una manera muy bella: la masa llora.
Guau! Muchas gracias por compartir! Teoría maravillosamente explicada con aplicación súper práctica!
Al ver tus fotos de la sal sobre la masa al pasar un par de minutos me acordaba de las palabras de Bea, de la Cocina de Babette, la masa "llora" cuando añades la sal tras unos minutos de amasado.
Gracias!
Muxu
Muchas gracias por tan buena información y generosidad. Me ha gustado mucho!
¡¡Gracias por compartir tanta sabiduría!!!
Magistral entrada la que nos ofreces hoy. Es un gusto leerte. Gracias.
Un beso.
Y sigo aprendiendo, a hora sobre la sal.
Magnifico post y muchas, muchas gracias por tu trabajo y generosidad.
Un beso
Espectacular blog, acabo de descubrirlo. Enhorabuena por el excelente trabajo y los contenidos que publicas. Lo seguiré de cerca. Saludos.
Vaya tela! Qué bien explicadito! Muchas gracias!